martes, septiembre 15, 2009

A un abuelo que se perdió


Con el mayor pesar del alma, querría recordarte
no porque recordarte me pese
sino porque al hacerlo no puedo mirarte.
Te conocí un día cualquiera,
aquel año en el que te sentías aquí,
maldito este año presente
cuando alguien decidió que debías partir.
Cualquier rincón de esta vieja casa,
es eco de lo que tú fuiste
pero a mí ese eco no me basta,
me golpea desde una tarde en que te perdiste,
te fuiste y no supiste volver,
tal vez porque no quisiste
y corriste rápido hacia el bello atardecer.
La vida me llevó fuera de casa
los días en que preparabas tu viaje,
pero esperaste allí, bajo la ventana
a aquella a la que serviste de padre.
Te marchaste de repente, sin avisar,
el cantineo de tu vida se esfumó ante mí
pero no fui nadie para poderte sujetar.
Entonces vino a ti el invierno templado
el de la mano que te arrebató,
el que recuerdo con gran desagrado
y al que le tengo temor.
Espero que en algún lugar me recuerdes,
porque en algún lugar has de estar,
te seguiré escribiendo las cartas
sobre aquello que te gustaba escuchar.

Te recordaré en lo que haga,
No te olvidaré jamás.

2 comentarios:

  1. Pienso que cada vez que recordamos, no en mente, sino en corazón profundo, a una persona que se nos ha ido, la hacemos presente, viva, en su comunión de amor con nosotros, eliminando todo tipo de fronteras, que físicamente nos separan. No sólo dejamos nuestra herencia genética,sino, herencia de la identidad que partió que dejó su huella en multitud de seres humanos, directa e indirecta, dejó su semilla en este planeta y con ella, en el universo en donde estamos inmersos.
    Sentir el amor en su magnificencia con otro ser humano nos hace ser uno y todos...
    Besos

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  2. Si.... que bonito. Tienes razón. Esta se la escribí a mi abuelo cuando murió, salió en un periódico provincial de Santa Cruz de Tenerife.

    Besos

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