sábado, julio 25, 2009

Federico. Libélula Lorquiana.


Nació en el municipio de Fuente Vaqueros, Granada (España), en el seno de una familia de posición económica desahogada, el 5 de junio de 1898, y fue bautizado con el nombre de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca; su padre fue Federico García Rodríguez, un hacendado, y su madre, Vicenta Lorca, maestra de escuela que fomentó el gusto literario a su hijo.
Desde la edad de 2 años, según uno de sus biógrafos,
Edwin Honig, Federico García Lorca mostró su habilidad para aprender canciones populares, y a muy tierna edad escenificaba en miniatura oficios religiosos. Su salud fue frágil y no empezó a andar hasta los cuatro años. Leyó en su casa la obra de Víctor Hugo y de Miguel de Cervantes.
Como estudiante fue algo irregular. De niño fue puesto a la tutela del maestro Rodríguez Espinosa, en
Almería, ciudad en la que residió con su familia entre 1906 y 1909. Inició bachillerato de vuelta a su provincia natal y abandonó la Facultad de Derecho de Granada para instalarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid (1918–1928); pasado un tiempo regresó a la Universidad de Granada, donde se graduó como abogado, aunque nunca ejerció la profesión, puesto que su vocación era la literatura.
La ubicación meridional de Granada, donde se encontraba viva la herencia mora, el folclore, el oriente y una geografía agreste, quedaron impresas en toda su obra poética, donde los romanceros y la épica se funden de manera perceptible. Después de su madre, fue Fernando de los Ríos quien estimuló el talento del entonces pianista en favor de la poesía; así, en 1917 escribió su primer artículo sobre José Zorrilla, en su aniversario.
La España de García Lorca era la de la Edad de Plata, heredera de la Generación del 98, con una rica vida intelectual donde los nombres de Francisco Giner de los Ríos, Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno y, poco después, Salvador de Madariaga y José Ortega y Gasset imprimían el sello distintivo de una crítica contra la realidad de España.
Influyeron, además, en la sensibilidad del poeta en formación Lope de Vega, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Manuel Machado, Ramón del Valle-Inclán, Azorín e, incluso, el Cancionero popular.


La sombra de mi alma

huye por un ocaso de alfabetos,

niebla de libros y palabras.


¡La sombra de mi alma!


He llegado a la línea donde cesa

la nostalgia,

y la gota de llanto se transforma

alabastro de espíritu.


¡La sombra de mi alma!


El copo del dolor se acaba,

pero queda la razón y la sustancia

de mi viejo mediodía de labios,

de mi viejo mediodíade miradas.


Un turbio laberinto

de estrellas ahumadas

enreda mi ilusión

casi marchita.


¡La sombra de mi alma!


Y una alucinación

me ordeña las miradas.

Veo la palabra amor

desmoronada.


¡Ruiseñor mío!

¡Ruiseñor!

¿Aún cantas?

2 comentarios:

  1. Rendida ante él y su maravillosa sensibilidad.
    Nadie como él amaba Granada, mi Granada.
    Nadie como él para entender a la mujer y su coraje.
    Con cada palabras dibujaba hermosos garabatos de niño.
    Un besito! ; )

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  2. Muestra el alma pura de la esencia vital y el coraje de los que quieren y anhelan. Esté donde esté le sonrío cada día desde dentro.

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